A pesar de que la Ouija no es
un juego (más bien se trata de todo lo contrario) muchas son las personas que
se han sentado en torno al tablero para “realizar
una partida” como si se tratara del Monopoly o el Parchís. Así, cuando la experiencia
llega a su término y todos los participantes siguen vivos se vuelven eufóricos
y se convencen de que “hemos ganado a la
Ouija” y podrán intentarlo de nuevo, como si efectuar una “sesión de espiritismo” fuese algo
semejante a una ruleta rusa. Cada experiencia es apretar el gatillo. En
realidad no es así.
No seré yo quien diga que usar la Ouija
para conversar con los “espíritus” no
sea una práctica peligrosa (estoy convencido precisamente de lo contrario y he
recogido, a través de los años, demasiados casos como para abordar el fenómeno
con cierta seriedad) pero por norma general las experiencias tienden a ser
aburridas y los mensajes muy poco coherentes. Y lo digo pese a todas las
historias terribles (y fascinantes) que te puedes encontrar “por ahí”, de donde se deduce que sentarse
frente a la Ouija y poner un dedo
sobre el vaso casi equivale a condenarse a muerte. No es del todo cierto, es
más, tal pensamiento es falso o cuando menos exagerado.
Por culpa de estas sesiones flojas y tediosas, los jóvenes gustan de
provocar a los pretendidos “espíritus”
(cansados de contemplar el poco atractivo movimiento del vaso o la moneda) y
están ansiosos por conocer las respuestas a preguntas inquietantes. Y las
formulan. Es en ese momento cuando abren la puerta del pánico.
“¿Cuándo voy a morir?” Esta es
la pregunta típica que realizan los muchachos y muchachas cuando quieren
hacerse los valientes o bien para comprobar qué hay de cierto en este
pseudoespiritismo. Y es que los “espíritus”
lo saben todo, no solamente “ven” el
futuro sino que “nos conocen” a la
perfección (incluso nuestros secretos) y
pueden ofrecernos la respuesta a ese y otros interrogantes. Por esta y otras
razones la Tabla Ouija tiene tanto
poder, porque muchos piensan que esto es una realidad y se acercan temerosos y
convencidos de que el Mal anida en su
interior.
En cualquier caso, los usuarios de la Ouija (independientemente de su edad) suelen recibir respuestas a
ese tipo de preguntas y acostumbra a ser inquietantes porque ofrecen un espacio
de tiempo relativamente corto para que se produzca el fatal desenlace. Rara vez
los “espíritus” dan un plazo largo
para la futura muerte de quien ha formulado el interrogante por lo que el
escalofrío, la angustia y el temor nace en el mismo momento de recibir la
respuesta.
Curiosamente (y este es un detalle que se debería tener en cuenta)
durante el desarrollo de una “sesión”,
al margen de las preguntas formuladas, se pueden recibir mensajes dramáticos,
dirigidos a uno de los asistentes: “Rubén
morirá a los 16 años”, “Mañana uno de
vosotros encontrará la muerte”, “Diez
días antes de tu cumpleaños morirás”, lo que provoca reacciones diversas,
algunas alarmantes.
A veces (aunque no suele ser habitual) los supuestos “espíritus” ahondan un poco más en sus
vulgares profecías y exponen la forma en la que uno de ellos morirá (“tendrás un accidente en el autobús”, “te van a estrangular en el portal”, “tres disparos en el corazón”)
Aunque debería ser la razón, la
lógica y el sentido común quien borrara de nuestras cabezas todas las
preocupaciones o recelos que suscitan estos mensajes, es el tiempo quien
finalmente echa por tierra las profecías de los “espíritus” y pone en tela de juicio el poder del Tablero Ouija. Cuando llega la hora
señalada y los afectados siguen viviendo sin problema se alzan orgullosos y
exclaman. “Yo gané a la Ouija” como
si de una proeza extraordinaria se tratara.
Personalmente he presenciado en no pocas ocasiones el miedo de numerosos
chicos tras recibir mensajes sobre su pronta muerte y he constatado su alegría
al superar las negras profecías que los habían convertido en seres adheridos al
miedo y a la incertidumbre, arrepentidos por haberse sentado a charlar con los
“espíritus” y convencidos de que “ellos vendrán a mí”. Una vez nada ha
ocurrido vuelve a apetecerles coquetear con el tablero aunque es cierto que en
muchas ocasiones han pasado tanto miedo que deciden (muy inteligentemente, por
cierto) no volver a interesarse por el fenómeno.
La Ouija tiene un poder de
influencia tremendo, al margen de que a través de ella nos hablen los muertos u
otras inteligencias (o nada en realidad), y somos nosotros, los que usamos la
tabla, los que permitimos que se nos manipule.
Personalmente jamás he preguntado por la fecha de mi muerte (no es algo
que me interese demasiado) pero a los “espíritus”
siempre les ha gustado cruzar esa línea y ofrecerme no pocas fechas, de algunas
de las cuales casi han pasado treinta años. Esta curiosidad volvió a repetirse
hace apenas unas semanas, cuando estaba profundizando sobre las “Ouijas
Virtuales” (de las que en un futuro hablaremos) y recibí un macabro mensaje con una fecha
concreta que ya ha quedado atrás.
No creo que la pregunta sobre la fecha de nuestra muerte sea la más
oportuna ni la más aconsejable (sobre
todo porque habitualmente no estamos preparados para recibir los mensajes con
la frialdad y el desinterés necesario) y estoy convencido de que no hay que
hacer caso cuando en mitad de una “sesión”
son los “espíritus” quienes,
encubriendo una amenaza, nos arrojan un día, un mes, y un año, para indicarnos
el momento en el que recibiremos el frío y definitivo abrazo de la Oscuridad.
Vencemos a la Ouija en el
mismo momento en el que no permitimos que nos manipule aunque eso, en una gran
parte de los casos, resulta muy
complicado.